Yo, con Juan Carlos Rodríguez Ibarra
"Por eso me pareció injusto que el medallista olímpico Álvaro Martín descalificara a Rodríguez Ibarra en el acto solemne de entrega de las Medallas de Extremadura, el pasado día 7 de septiembre en el Teatro Romano de Mérida, en un acto en el que además no existe el derecho de réplica".
Vaya por delante que el expresidente de la Junta de Extremadura no necesita apoyos. Tiene bien ganado y reconocido un lugar de honor en la historia de esta tierra nuestra. Como he defendido estos días en las redes sociales frente a los insultadores profesionales que tanto pululan por alguna de ellas, Rodríguez Ibarra es el creador de la Extremadura moderna, el que nos hizo pasar del blanco y negro en que vivíamos a principios de los 80 a los colores alegres que hemos conocido después.
Con él alcanzamos las mayores cotas de progreso y bienestar que la región ha conocido nunca. Cosas tan elementales como la luz y el agua en muchos pueblos, o los centros de salud y los de enseñanza secundaria en otros muchos, o las carreteras y las autovías en toda la región, llevan su nombre impreso aunque no haya placas que lo recojan.
• LA POLÉMICA SOBRE EL DÍA DE EXTREMADURA
A partir de que en un programa de la televisión extremeña dijera que la decisión sobre declarar el 8 de septiembre como Día de Extremadura se debió a “una cacicada suya”, han proliferado las críticas en algunos sectores de la izquierda radical. Fue una forma de hablar, hecha en lenguaje coloquial, pues la decisión no la tomó él, lo hizo la Asamblea de Extremadura cuando tramitó y aprobó la Proposición de Ley del Escudo, el Himno y el Día de Extremadura, una iniciativa de los grupos parlamentarios, no del Consejo de Gobierno de la Junta que él presidía.
En aquellos momentos, la discusión estaba centrada en si el día 21 de mayo, día en que se constituyó por primera vez la Asamblea de Extremadura, era una fecha lo suficientemente representativa como para que el pueblo extremeño pudiera sentirse identificado con ella. Rodríguez Ibarra lo que hizo, recogiendo el sentir de la mayoría de los extremeños, fue plantear a su grupo parlamentario que la fecha en la que se constituyó la Asamblea no iba a movilizar los sentimientos de los extremeños, exceptuando quizá a los diputados de la institución parlamentaria. Y planteó con argumentos poco discutibles, que el día 8 de septiembre era una fecha mucho más sentida y movilizaría mucho más apoyo popular. Y así fue. Las movilizaciones mayoritarias, de más de 100.000 personas, en Guadalupe durante los dos primeros años y en Trujillo después (en Guadalupe dejamos de hacer la celebración porque un aparatoso incendio forestal nos enseñó que, aunque el lugar era una maravilla, fácilmente podría convertirse en una ratonera en la que correrían peligro muchas vidas humanas).
Y ya está. Esa fue la “cacicada de Ibarra”. Una decisión muy bien pensada, y adoptada legítimamente por la Asamblea de Extremadura, que fue acogida con el respaldo de la práctica totalidad del pueblo extremeño. El 25 de marzo nunca nadie, en ningún momento, la planteó como alternativa al 8 de septiembre. Ese día es el aniversario de la mayor movilización de jornaleros de la historia de España, que tuvo mucho éxito en la provincia de Badajoz, donde se llegaron a ocupar 250.000 hectáreas, y muy poco en la de Cáceres, además de ser una movilización convocada por la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra de UGT a escala nacional.
Muchos historiadores fijan en esa movilización el origen de la Guerra Civil que comenzó tres meses y medio después. Lo digo, además, con conocimiento de causa, pues 50 años después tuve el honor de ser el máximo dirigente de la organización que convocó y lideró las movilizaciones del 25 de marzo de 1936.
Por eso me pareció injusto que el medallista olímpico Álvaro Martín descalificara a Rodríguez Ibarra en el acto solemne de entrega de las Medallas de Extremadura, el pasado día 7 de septiembre en el Teatro Romano de Mérida, en un acto en el que además no existe el derecho de réplica. Todo el mundo tiene derecho a hacer las propuestas que quiera y nuestros medallistas olímpicos también, por supuesto. Pero cualquier propuesta, por justa y seria que pueda parecer a ojos de una parte de la ciudadanía, debe hacerse con respeto y no tirando por tierra la que quizás es una de las decisiones que más apoyo popular ha concitado en Extremadura.
Aunque entonces no lo dijéramos, a muchos nos pareció una enorme falta de respeto al presidente Rodríguez Ibarra, el artífice principal del acto que se estaba celebrando en ese momento. Yo, personalmente, me quedé con la sensación de que había algo detrás, un afán de revancha, o una búsqueda de protagonismo, absurda por otra parte porque nuestro exitoso atleta no la necesita para hacerse notar. No lo sé, pero ahí quedó esa sensación flotando en el ambiente.
• EL ACTO DEL PSOE EN MIAJADAS
Pocas semanas después, las sospechas de que hay algo detrás se confirmaron. Algo más que una pura reivindicación de fecha alternativa para el día en que a nuestro exitoso atleta le dieron la Medalla de Extremadura. Fue justo después de que el expresidente de la Junta de Extremadura pronunciara uno de sus mejores y más valientes discursos en defensa de los intereses de Extremadura y los extremeños en un acto de su partido.
En ese discurso, que ha sido aplaudido en todos los rincones de Extremadura y España (salvo Cataluña y País Vasco), Juan Carlos Rodríguez Ibarra tuvo el coraje de decir alto y claro que él estaba radicalmente en contra del cupo catalán. Y que “estar en contra el cupo catalán”, pactado entre el líder de su partido y una parte del independentismo radical catalán, “era una obligación de todo el que se considere socialista y de todos los que se sientan extremeños”, aunque no le guste a Ferraz. “¿Pero quién es Ferraz?”.
En esa intervención, Rodríguez Ibarra levantó la voz para lamentar que 800.000 extremeños tuvieran que abandonar su tierra en busca de un futuro que Extremadura no podía ofrecerles. La dictadura, y los que históricamente habían dominado esta región, nos condenaron a ser territorio de sacrificio, un lugar en el que expoliar nuestras materias primas y nuestros recursos energéticos y mineros, además de nuestros mejores hombres y mujeres, que servirían de mano de obra barata, y casi esclava, para que se desarrollaran otras tierras alejadas de la nuestra, mientras la nuestra se empobrecía más y más.
Pero también tuvo palabras para defender a los que, a pesar de las dificultades, habían decidido quedarse aquí para ayudar a sacar adelante esta tierra nuestra. Y, en ese contexto, dijo que no admitía lecciones de nadie que, por las razones que fueran, hubiera decidido contribuir fiscalmente lejos de Extremadura, poniendo de ejemplo, sin mencionarles expresamente, a algunos de los que habían obtenido la Medalla de Extremadura, con todo merecimiento, eso sí.
Y entonces fue cuando se armó el belén. El medallista olímpico que agredió gratuitamente a Rodríguez Ibarra en el acto de entrega de las medallas, salió a las 20:10h con un tweet en el que, dándose por aludido, se rasgaba las vestiduras en público, arremetiendo de nuevo contra el ex presidente y exhibiendo una suerte de certificado obtenido en vía telemática a las 20:00h del sábado pasado, con el que acreditaba estar al corriente de sus obligaciones fiscales con la Consejería de Hacienda de Extremadura.
Yo tengo mucho respeto por quien es capaz de ganar una medalla de oro olímpica presumiendo de extremeño, pero hombre, si el presidente de EE UU se saca una licencia de caza de Extremadura y la paga, puede obtener un certificado de estar al corriente de sus obligaciones fiscales con la Consejeria de Hacienda de Extremadura, sin que para ello tenga que residir fiscalmente aquí. A nadie le importa donde tiene el domicilio fiscal el campeón olímpico, y me consta que a Rodríguez Ibarra tampoco, pero si él se ofende tanto que exige una inmediata rectificación del expresidente, que saque al menos certificación de la Agencia Tributaria, que aún no tenemos en vigor el cupo y somos una comunidad de régimen común. La hacienda pública extremeña no recauda el IRPF, ni el impuesto de Sociedades, ni el IVA, que son competencia exclusiva de la Agencia Tributaria y solo ella puede certificar.
Con todo, y a la espera de conocer las razones de la obsesión de Álvaro Martín con Juan Carlos Rodríguez Ibarra, lo que más repugnante me parece es toda esa calaña de altos y medios cargos de su partido, actuales y pasados, que le han dicho de todo lo más hiriente que se puede decir, con insultos y descalificaciones personales incluidas. Eso sí, lo hacen ahora algunos de los que hace unos años se ponían de alfombra para que “Juan Carlos”, como le llamaban siempre ellos tan familiares, pisara y no se ensuciara la suela de sus zapatos, como si tales “alfombras” fueran más limpias que el suelo de esta tierra nuestra. Por todo eso, por lo que hizo y aún hace por Extremadura, y por mucho más, yo estoy con Juan Carlos Rodríguez Ibarra.