La torre de Babel
Uno de los conceptos más singulares del ideario canettiano es el de la máscara acústica.
El escritor búlgaro-británico sostenía que en el lenguaje formal y en concreto en su sustrato, es decir, en la palabra, se hallan una serie de limitaciones que no nos permiten apreciar el Absoluto de la Existencia.
Podríamos decir, según Canetti, que bajo el velo de toda unidad lingüística, existe un infinito de posibilidades que no llegamos a alcanzar del todo, puesto que las palabras nos aprisionan.
Por eso el autor llegó a decir en uno de sus escritos, Las voces de Marrakech, lo siguiente: “sueño con un hombre que olvida las lenguas de la Tierra hasta no comprender cuanto se dice en ninguna de ellas”.
Hasta tal punto llegaron las obsesiones del escritor de Masa y Poder por este asunto, que no dudaba en pasar horas y horas sentado en los cafés de Viena y de Zúrich en silencio, solamente escuchando a gente desconocida con la firme voluntad de descifrar la idea sustancial de las máscaras de cada orador, para así establecer un perfil de caracteres acústicos propios del ser humano, una especie de huella dactilar que le permitiese dibujar toda su alma en cualquiera de sus manifestaciones.
Analizar lo que está pasando en estos momentos en la casa de todos los españoles, es decir, las cámaras centrales de representación política, me ha hecho recordar esta anécdota.
Todo esto ha surgido tras reflexionar en cómo se articulan en estos tiempos de descomposición nacional en los que vivimos los debates parlamentarios y sus votaciones, una suerte de esperpento valleinclanesco derivado de la conversión del congreso y el senado en un parlamento europeo de andar por casa, en donde, en ocasiones, no hay ni debate por el impedimento lingüístico.
Ante este latrocinio para con el pueblo al que representan (todos los españoles, no lo olvidemos, todos), yo me pregunto lo siguiente: ¿será la misma idea canettiana la que persiguen los enemigos del castellano, aquellos que hacen en su lucha contra la segunda lengua más hablada del mundo (485 millones de personas aproximadamente se expresan en español) una razón de ser? ¿está en su voluntad descubrir el alma del ciudadano español a partir de sus máscaras acústicas? obviamente son preguntas retóricas porque las respuestas todo lo sabemos.
Y esto es así porque la Historia nos delata: la lengua es sin ningún género de dudas, uno de los hilos vertebradores de los pueblos, aquello que hace posible que las gentes crezcan con un acervo común traducido en una cultura que nos aglutina. Ya lo decía Pessoa, un portugués universal que creció en Durban (Sudáfrica): mi patria es la lengua portuguesa.
Pensando en esto, se puede comprender claramente el interés de aquellos que quieren deshilachar las costuras comunes: atacar a la piedra angular de nuestro espacio común es atacar a nuestro corazón, un peligro que siempre ha estado ahí por otro lado, pero que ahora se ha institucionalizado con la connivencia de un gobierno propicio para ayudar a desmontar lo que los siglos de Historia han parido.
Obviar esta verdad es mentirse a sí mismo por un lado y engañar al resto por otro. Y Comprar semejante mentira en pro de un puñado de votos, es de una mezquindad tan grande que la Historia sabrá apuntar en su cuaderno negro de felonías, siempre y cuando la mano censora de SU ¿cultura? democrática no consiga implementar el discurso de odio y de rencor hacia lo español que promueven. Esperemos que no, aquí quedamos la resistencia para discutir ese falso ideal que tanto cisma está provocando en la sociedad de nuestro país.