La primavera puede llegar a ser una tormenta perfecta para las pieles más sensibles

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La primavera puede llegar a ser una tormenta perfecta para las pieles más sensibles

Según estimaciones de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Crónica (SEAIC), con la llegada de la primavera, el cambio de hora, el buen tiempo, la vida en la calle y también una gran cantidad de trastornos alérgicos que afectan a aproximadamente uno de cada cinco españoles. Sin embargo, más allá de ojos llorosos, narices goteantes, picores de garganta y estornudos encadenados, la primavera también supone una tormenta perfecta para las pieles más sensibles, expuestas al empeoramiento de sus lesiones de base y a la proliferación de dermatitis de contacto alérgicas e incluso irritativas.

La doctora Trinidad Montero, responsable de la Unidad de Dermatitis Atópica del Hospital Universitario Virgen de las Nieves de Granada y miembro del Colegio Ibero-Latinoamericano de Dermatología (CILAD), explica cómo la mayor exposición a las radiaciones solares y a factores irritativos como el polen afecta a las personas con la piel más sensible y convierte su primavera en un viacrucis de rojeces y picor.

“En primavera lo que ocurre, principalmente, es que las personas se encuentran más expuestas al exterior. Hay más horas de sol, la gente sale más, lleva menos ropa y se agravan esas enfermedades cutáneas más sensibles a la radiación ultravioleta, como puede ser el lupus o la rosácea. Además, en primavera también florecen las plantas y son más frecuentes las dermatitis de contacto alérgicas e incluso irritativas por culpa del polen. Y, por si esto fuera poco, al estar la piel más expuesta al sol, también aumentan las picaduras de insectos”, explica la doctora Montero.

De este modo, cuanto más tiempo de exposición al sol, una hora más a partir del domingo 31 de marzo, más complicaciones para las enfermedades que se ven agravadas por sus radiaciones. Además, todos aquellos que tienen la piel más sensible, también van a sufrir hipersensibilidad ante ese polen y ante ese ambiente que favorece el desarrollo de enfermedades alérgicas.

Además, en las ciudades, en las que debido a la contaminación hay mayor prevalencia de esa dermatitis de contacto alérgica, la tormenta puede llegar a ser aún más fuerte que en las zonas rurales en las florecen más plantas.

"Con las cambiantes condiciones climatológicas y la subida de temperaturas, una primera medida sería protegernos del sol, utilizando cremas solares y cubriendo nuestro cuerpo con ropa, gorra o sombrero, e incluso unas gafas de sol, que podrían hacer de barrera para evitar el contacto con alérgenos, especialmente los párpados, que son una zona muy sensible", recomienda Montero, que también considera prioritario consultar a un especialista.

En cuanto al tratamiento, “pues dependerá del tipo de patología ante el que nos enfrentemos. Si el paciente tiene una lesión de base, como puede ser un lupus o una rosácea, lo más indicado sería protegerle del sol para evitar que empeore y luego ya, dependiendo de la patología de la que se trate, pues ponerle un tratamiento adecuado”, concluye la dermatóloga.

En la foto de la noticia, una persona aplicándose crema.

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