Las sillas vacías en la mesa de Nochebuena

Las sillas vacías en la mesa de Nochebuena

Todo el año separados y ahora, en Nochebuena, caminamos al encuentro de los nuestros: de la ciudad al pueblo, del pueblo a la ciudad. Nadie puede estar solo en Nochebuena, ni siquiera los que este año han perdido algunos seres con quienes compartieren durante años su vida.

Ya pasó el “Gordo”, ya viene el Niño. Todo preparado para recibirle: el belén, el portal, el abeto, iluminados, en el vestíbulo y en el salón. La mesa dispuesta, cada año con menos sillas ocupadas. Antes estaban los abuelos, ya idos; algún pariente viudo… La mesa se reduce. Partida la familia, la mesa se achica; la soledad aumenta. Nunca como en Navidad se siente tanto la ausencia de quienes estuvieren el pasado año; la ausencia presente en la presencia de los recuerdos, de la vela encendida por ellos.

Todo el año separados y ahora, en Nochebuena, caminamos al encuentro de los nuestros: de la ciudad al pueblo, del pueblo a la ciudad. Nadie puede estar solo en Nochebuena, ni siquiera los que este año han perdido algunos seres con quienes compartieren durante años su vida.

Navidad asocia sentimientos contrapuestos: la alegría y la tristeza, manifestadas ambas en la eclosión de las calles, las luces, los villancicos, la luz que nos llega; y la soledad de quienes no pueden compartir lo que antes hubieren más cercano, los padres, esposos, hermanos, tíos…, la familia toda unida en torno al Niño por Navidad. Más aún: los desamparados que todo lo perdieren en catástrofes no anunciadas de la naturaleza. ¡Qué celebrar cuando se fueron a quienes amábamos, a quienes recordamos esta noche más que nunca…, los que todo lo perdieren y nada hubieren!

Desde su cuna, el Niño nacido en un pesebre nos mira con sus ojos de luz, la luz de la vida, de la fe y de la esperanza. Renovamos estos sentimientos con quienes compartimos la vida y con aquellos otros que la viven muy sufrida, sin nadie con quienes compartir, porque todo lo han perdido; por quienes viven en guerra y no en paz; aquellos inocentes a quienes se les arrebata la vida por el egoísmo de otros hombres.

No hay feliz Navidad para quienes se sienten solos todo el año, más aún en Nochebuena y Navidad; para quienes han de poner una silla menos junto a la mesa que todos compartimos en estas fechas. 

Feliz Navidad para todos: para quienes se sienten alegres y para los que están tristes; para quienes viven en paz y sufren la guerra; para los niños y mayores enfermos y para quienes este año cuentan una silla menos en la cena de Nochebuena. El Niño nace para bendecirles a todos y desear paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad.

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