Los defensores de la aceituna tradicional de manzanilla cacereña reciben un galardón
El galardón ha recaído en la Asociación Olivar Tradicional de Manzanilla Cacereña (ASOMANCA), en reconocimiento a su labor de defensa y promoción del cultivo tradicional del olivar en la provincia.
El encuentro JATO, centrado en promover las oportunidades del medio rural, ha tenido en la gastronomía y los productos de calidad de la provincia de Cáceres dos de sus grandes protagonistas.
En el espacio GastroCáceres, ubicado en la emblemática Plaza de San Mateo, se han reunido destacados profesionales del ámbito regional para impartir talleres y showcookings que han puesto en valor la riqueza culinaria del territorio.
Este espacio ha sido también el escenario de la entrega del II Premio del Olivar Tradicional de Secano, concedido por la Mancomunidad de Municipios Sierra de Gata y el Grupo de Acción Local ADISGATA.
En esta edición, el galardón ha recaído en la Asociación Olivar Tradicional de Manzanilla Cacereña (ASOMANCA), en reconocimiento a su labor de defensa y promoción del cultivo tradicional del olivar en la provincia.
La entrega del premio corrió a cargo del presidente de la Diputación de Cáceres, Miguel Ángel Morales, quien puso en valor el esfuerzo colectivo de entidades como ASOMANCA por preservar tradiciones agrarias que sostienen el tejido social y económico del mundo rural.
Tras la entrega, Cristian Gómez y Ana Isabel Alonso, miembros de la asociación galardonada, ofrecieron una cata formativa de la aceituna manzanilla cacereña y una explicación detallada del proceso de aliño tradicional, acercando al público la esencia y el sabor de este producto tan representativo del norte cacereño.
¿QUÉ ES ASOMANCA?
ASOMANCA es una asociación que surge como respuesta a la difícil situación del sector olivarero en el norte de Cáceres, impulsada por la necesidad de unión entre productores para proteger una forma de cultivo ancestral de la que dependen muchas familias.
Desde la asociación reivindican el papel del olivar tradicional como motor económico en las zonas rurales, no solo por su capacidad para generar empleo y fijar población, sino también por su vínculo con prácticas agrícolas sostenibles que favorecen la conservación del suelo y la biodiversidad.