Almaraz y las trolas radiactivas
Y esa es la trola, en realidad, no reconocer que esa fábrica no produce cualquier cosa necesaria, sino que se trata de la peor industria creada por el hombre al calor militar del final de la II Guerra Mundial.
Asistimos desde hace varios meses a una de las más graves y mejor pagadas campañas mediáticas a favor de la mayor trola pronuclear en España: la de inundar de titulares y montar tinglados mediáticos a través de la financiación en ciertos medios de comunicación a fin de obviar la verdadera situación anunciada del final nuclear pactado entre el gobierno español y las empresas multinacionales eléctricas. Un final que cierra definitivamente el grifo de los residuos radiactivos (desde 2027 con Almaraz I, al 2035 con Trillo) altamente mortales como regalo envenenado a generaciones futuras sin opción a decidir (un millón de años de latencia).
Un final que también acaba definitivamente con los incidentes y paradas no programadas que de manera recurrente siempre han sido la amenaza de un accidente grave, tanto en Almaraz como en todas las demás. (https://www.adenex.org/index.php/impacto-ambiental).
Como ejemplo reciente, la notificación de dos nuevos incidentes (9 y 13 de enero) justo antes de la magnífica y bien pagada reunión de alcaldes de la zona, presidentes de las diputaciones y presidenta autonómica, para estar en Almaraz el día 18 porque ignoran qué es y cómo funciona una central nuclear.
(https://www.csn.es/eu/central-nuclear/almaraz/actas-de-inspeccion/sucesos-notificados).
Almaraz nunca ha sacado de la miseria ni a la comarca donde se sitúa, ni a su zona de influencia, ni a la región extremeña. Y no lo ha hecho, a pesar de los millones anuales entregados a los 12 municipios situados en el radio de 10 km dado que no ha servido, más allá del periodo de construcción (diez años), para crear ni un tejido industrial ni nuevas expectativas emprendedoras.
Es un espejismo desalentador, seguir oyendo a los alcaldes y alcaldesas de la zona, declaraciones que, durante un mes al año, la central contrata a cientos de jóvenes, e incluso miles, para las tareas de mantenimiento, recarga y modificado de equipos, como si dicha actividad fuera todo el futuro laboral que les espera. Igual que deja claro escuchar a los actuales propietarios de Almaraz-Trillo (Iberdrola, Endesa y Naturgy) que no prolongará su funcionamiento sino hay rebajas de los impuestos, que son los que sirven precisamente para poder costear la gestión de los residuos que han generado.
Y esa es la trola, en realidad, no reconocer que esa fábrica no produce cualquier cosa necesaria, sino que se trata de la peor industria creada por el hombre al calor militar del final de la II Guerra Mundial. Los átomos para la paz (así los denominaron para poder seguir con el desarrollo de bombas nucleares) puestos en marcha en edificios (las centrales), hoy se pintan de verde, como nos sugiere el monopolio francés del átomo, a fin de seguir manipulando los efectos para la salud y el medioambiente, ocultando todo el ciclo completo desde la minería gran emisor de gases de efecto invernadero, al desmantelamiento y confinamiento final.
El problema no lo tiene Europa, como bien ha señalado Teresa Ribera (actual vicepresidenta de la Comisión Europea), lo tiene Francia, absolutamente dependiente de una tecnología obsoleta, devoradora de enormes recursos económicos y tecnológicos que le impide encarar la transición energética más justa: la descentralizada y comunitaria.
A tanto político rampante y a algunos mediocres departamentos universitarios recordar que, una central, no es sólo el edificio que vemos junto a un río, o a las orillas del mar. De este nuevo espejismo proviene el afirmar que las centrales no emiten gases de efecto invernadero. Pero su negocio proviene de todo un ciclo previo de obtención del combustible que incluye extracción colonial, transporte internacional, concentración y purificación del uranio en la Europa pronuclear (Inglaterra y Francia) con su consiguiente transporte y fabricación propiamente dicha del combustible por empresas públicas en España para llevarlo a las puertas de cada central nuclear.
La central se pone en funcionamiento después de su construcción, que dura más de 10 años, con sus correspondientes emisiones de gases de efecto invernadero y con un control de seguridad y control radiactivo a través de un ente público y neutral creado específicamente para la industria atómica en marcha. Se trata del Consejo de seguridad nuclear (CSN), organismo que las empresas eléctricas siempre han logrado controlar desde dentro hasta hace bien poco.
¿Por qué se les permitía que el controlado fuera el propio controlador? Pues para evitar inspecciones y que el verdadero funcionamiento de la central estuviera oculto, incluso poniendo en peligro a poblaciones y entornos muy alejados del edificio industrial. Jamás se han considerado claves los planes de emergencia nuclear dirigidos a la población más allá de los 10 km, y siempre han sido una pantomima asumida incluso por las propias administraciones, políticas, sanitarias y ambientales concernidas.
Pero es que, en el caso de Almaraz, también estamos frente a un problema internacional. Nuestros vecinos portugueses tienen la central a tan solo 100 km de distancia, con el riesgo de accidente o de contaminación por los radioisótopos que se liberan en el río Tajo, donde ya se han producido situaciones de emergencia detectadas en Lisboa, así como el peligro de emisiones atmosféricas contaminantes con vientos predominantes hacia Oporto.
¿Quién se atreve entonces a decir que esos edificios, que parecen tan inocuos, no contribuyen al cambio climático? Ni siquiera comparándolo con cualquier otro proceso industrial, que también genera residuos y contaminación ambiental, se sostiene la producción, dada la envergadura mundial implicada tanto con el propio mineral de uranio como con los residuos altamente mortales generados.
Del uranio, obtenido en países empobrecidos, lleva en caída de producción mundial desde 2016, de un 24 %, luego improbable que pueda ser rentable su obtención a fin incluso de prolongar el funcionamiento útil de las actuales centrales (Cf: Antonio Turiel. 2024)
Y con respecto a la solución de un cementerio definitivo para los residuos de alta radiactividad, solo Finlandia ha dado el paso para su puesta a punto después de triplicar su presupuesto y sin garantías fiables de su seguridad, problema al cual se debe enfrentar todo el parque mundial después de su desmantelamiento (Cf. Onkalo. “Into Eternity” 2019).
José Maria González Mazón. Grupo de trabajo de energía de Adenex.